¡Feliz día, Amig@s!
¿Cuántas veces nos hemos pasado huyendo de aquello que nos asusta a lo largo de nuestra vida?
¿Cuántas veces seguimos sintiendo que ese «algo» nos sigue persiguiendo, más intensamente si cabe?
En el fondo de nuestra mente subconsciente, nuestro Sótano, habita un personaje interior que nos va a acompañar a lo largo de nuestra existencia humana. Puede que algún día se transforme, pero no podemos olvidar de dónde surgió esta figura, porque va a ser uno de nuestros principales maestros.
Antes de los ocho años (y puede que desde los seis años), empezamos a tener pensamientos independientes o cogniciones, empezamos a pensar y a sentir ya desde nuestra propia mente sin que tenga que haber estímulos externos. Todo esto significa que comenzamos a crear nuestras propias conclusiones. Significa que un niño/a de ocho años ya empieza a cuestionarse y a criticarse sin que nadie lo haga.
Estos pensamientos han partido de una estructura base aprendida en nuestros primeros años de vida que luego va a seguir reafirmándose con cada experiencia nueva, o parecida.
Experiencias emocionales en nuestra mente subconsciente
Las experiencias emocionales que nos hacen sentir que no valemos, o que somos peores que los otros, o que no somos dignos de amor, quedan grabadas en la mente subconsciente. Al no tomar consciencia de ellas, pasan a formar parte de una estructura interna, como una «sombra» que rechazamos porque nos hace sentir mal, a la que yo llamo nuestro «depredador»
La principal tarea de nuestro depredador interno es boicotear nuestro valor como persona y nuestro crecimiento. Boicotea nuestra transformación con mensajes que pueden ser conscientes o no, del tipo «no lo lograrás», «eres débil», «eres incapaz»…, o más sutiles como «esto no es para ti», «ya es tarde», «sabes que no te lo mereces « y un largo etcétera.
A aquellos que piensen que no lo tienen, les propongo se sometan a un cambio importante en su vida, o a algo desconocido hasta entonces para ellos. Luego me dirán si sienten o no a esta figura de su mente.
¿Y qué necesidad tiene la mente de albergar esta estructura tan limitadora?, ¿Qué es lo que el depredador quiere de mi o de nosotros?
Muy sencillo. Algo que no le damos nunca: Reconocimiento. En esto coincide con lo que desea otra figura de nuestro Sótano (como expliqué en mi último post): el moribundo.
El depredador es como es, por algo. Sólo tenemos que sentir que no es una estructura contra nosotros, sino que se formó con esas características por determinadas situaciones ajenas a su entendimiento. Y ese algo es el «exilio». Al principio, en nuestra mente, cuando nos sentíamos mal, nos pedía reconocimiento, pero como éramos niños, no supimos dárselo, y ante los tratos indebidos de los demás nos callamos y nos ocultamos esas heridas. Las encerramos en un sótano oscuro de nuestra psique hasta que se fueron corroyendo.
Cuando quisimos ver por qué la vida era tan dura para nosotros, ya éramos adultos incapaces de comprender la estructura escondida bajo años de ocultación. Esa estructura llevaba operando desde abajo, escondida, mandándonos mensajes de limitación, de dolor y de pena, mensajes que no podíamos escuchar bien o no sabíamos reconocer, pero que ya estaban dominando nuestra vida.
Y en la adultez, continuamos escapando de todo aquello que nos hace sentir mal, evitando cual niños exponernos a los miedos ocultos y al sentimiento de culpa o incapacidad.
¿Cómo trabaja el depredador de nuestra mente subconsciente?
El depredador necesita de nuestra escucha atenta. Puedo deciros que estuve años desayunando con él para comprender mi estructura. Le hacía un hueco en mi mesa y le ponía su taza, a modo de hacer más real y consciente esa configuración que tanto dominio tiene sobre nosotros.
Cuando él nos dice que no valemos lo suficiente, solo necesita que no nos opongamos, que reconozcamos el origen de esa afirmación. El origen no es otro que la tolerancia pasiva y el asentimiento a las estructuras que tuvieron poder en nuestra vida cuando éramos niños o jóvenes: familia, maestros, autoridades. No lo hicieron conscientemente, y ya no son ellos los que nos lo dicen, sino nosotros, nuestra parte oscura, nuestro depredador.
Si culpamos de lo que sentimos a nuestro pasado y a los que estuvieron en él, nunca sanaremos ni prosperaremos. ¿Por qué? Porque no recogemos nuestra responsabilidad de adultos y asentimos a nuestra tarea de transformar nuestra mente. Cuando dejamos las causas fuera de nosotros, no hacemos más que reafirmar la estructura y la vida que llevamos. Somos víctimas y buscamos el castigo para mantener ese estado de queja continua interna,
Con esta reflexión anterior quiero señalar que no es deseable que nos sintamos víctimas de nuestro depredador, porque entonces nos dominará, sencillamente porque le habremos entregado nuestro dominio, y él lo habrá tomado.
Si nos oponemos a lo que nos dice, perdemos nuestro poder y entraremos en sus maniobras de limitación. A cambio, si le decimos «Te entiendo, entiendo tu rabia y tu dolor, pero ahora soy el dueño de mi casa mental, y tú eres mi invitado, al que atiendo y respeto. Antes te concedí un papel muy importante en mi casa; ahora quiero darte otro que sé que ejecutarás mucho mejor: el de supervisor de mis dolencias, recordándome que deseo curar mis heridas y tú serás mi fiel servidor. Te costará un tiempo adaptarte a tu papel, pero cuando lo realices según mis deseos, te felicitaré«
Por consiguiente, el depredador se transforma, muta en el momento que no le respondemos como él espera, con agresividad; sino todo lo contrario, con cariño, con ternura, con Amor… Sana cuando somos capaces de mirarle a los ojos de verdad, atentamente a lo más profundo de su Ser y ver su sufrimiento por no haber sido tenido en cuenta durante años, incluso décadas.
Cuando le decimos «te veo», «veo tu alma», el depredador va dejando de ser un animal agresivo y se transforma en un ser adorable con limitaciones que ya no nos agrede despiadadamente.
Para finalizar, no pretendamos hacerle desaparecer, dejémosle en su transformación como recordatorio de lo que supimos superar y ver con nuevos ojos. Nos sentiremos valiosos porque habremos construido nuestra nueva casa mental.
Mis deseos de que podáis reconocer a este ser de nuestro Sótano que tan sólo desea que le abramos allí abajo un espacio de Luz.
A lo largo de nuestra existencia éste será uno de los trabajos más preciosos hacia nuestra libertad como seres sensibles e inteligentes en la Tierra.
Un beso muy fuerte y trabajemos unidos para comprender esta estructura tan íntima e importante a lo largo de nuestra vida.
¡JUNTOS CONSTRUIMOS UN NUEVO MUNDO!
Mayte Pascual
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